Cartas del Lector

 


Nota de la directora

Hemos recibido este hermoso texto de Ester Daniel acerca de las vicisitudes por las que atraviesa un paciente oncológico que bien puede aplicarse a otros modos de vida sufriente como la que ahora nos atraviesa en esta época de pandemia, donde no podemos estar cerca unos de otros y acompañar a nuestros seres amados.



“ ...y Ulises pasábase los días sentado en las rocas, a la orilla del mar, consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas, fijando sus ojos en el mar estéril, llorando incansablemente...” (Odisea, Canto V). “…pregunta cíclope cómo me llamo…, voy a decírtelo. Mi nombre es Nadie y Nadie me llaman todos…”

(Odisea Canto IX).
Homero.

 

Los dioses  arrojan a  Ulises a navegar en mares desconocidos, con vientos desfavorables, corrientes que arrastran, soledades, nieblas que no permiten ver, en mares desconocidos, mundos en tinieblas, sin su tierra  Ítaca,  sin sus amores, a luchas con forasteros, a la amenaza de gigantes, a la sensación de maldiciones que se desatan, al desembarco en tierras extrañas e inhóspitas, a escuchar a hechiceros y cantos de sirenas. Malos tiempos aquellos en los que la gente corriente ha de comportarse como héroes para sobrevivir, con olvidos imposibles, y promesas esperanzadoras.

Tristes tiempos viven también quienes esperan a Ulises, tejiendo locuras, tramando esperanzas, o destejiendo mortajas hasta que el héroe vuelva. Sobreviviendo adversidades. A recuperar su presente, su tiempo e identidades pasadas.

Y cuando finalmente Ulises es tocado por la varita mágica solo puede darse a conocer por sus recuerdos, por una cicatriz. Esta es  reveladora.

Y sabemos que esto no es sin condiciones o sin efectos para el aparato psíquico tanto de nuestro Ulises, el paciente con cáncer, como de su familia. Y refiere el sujeto que aunque sea el mismo no se parece. Y a veces hasta no se reconoce.

Penosa la Odisea, penoso el viaje desde la propia tierra a aquellos lugares donde se le ofrece la atención médico psicosocial que demanda el atravesamiento de la enfermedad. Curioso ese tránsito que para restablecer el orden perdido haya que sumar – o restar, o multiplicar, o  dividir….otros órdenes. Injustos tiempos que hacen que el paciente con cáncer viva como un náufrago cuya esencia radica en el abandono de sí mismo, el aislamiento, y en ocasiones la pérdida de significados vitales, exponiéndolo a nuevas o acumulativas retraumatizaciones y particiones.

En la Conferencia Mundial de Derechos humanos de las Naciones Unidas (Viena, 1993) se reconoció la necesidad de dedicar mayor atención al alcance del derecho de permanecer con seguridad en el propio hogar y del derecho de retornar con seguridad al hogar.

Las investigaciones psicosociales fundamentan que la familia es la principal fuente de fortaleza para el ser humano, por lo que es deber de toda administración dar y tener una medicina de contexto, y de todos ofrecerle diversos apoyos para que uno no teniendo el deseo de hacerlo, no tenga el forzamiento de elegir otro hábitat.

¿Necesidad o libre elección?

Y una cosa es hacerlo en óptimas condiciones y otra cosa muy diferente es hacerlo cuando uno se vive a sí mismo como quebrado.

El “arraigo” consiste en un profundo sentimiento de pertenencia. A las raíces y los afectos. Lo que implica el hecho de pertenecer a algo o a alguien o que algo o alguien nos pertenezcan. Por lo que estar desarraigado conlleva, ser de aquí pero estar allá. Y claro que habrá quienes salen transformados positivamente de ese exilio, pero también quienes usan los recursos que les quedan para sobre adaptarse o replegarse. Todas ellas conductas de supervivencia.

Nunca estamos suficientemente preparados para asumir la enfermedad y la muerte, dimensiones fundamentales de nuestra condición humana. Muchísimo menos preparados estamos cuando de la propia vulnerabilidad se trata. Asumir la identidad de la ciudadanía de los enfermos ya de por sí entraña un viaje, una crónica que involucra no solo al paciente, también a sus familias, al entorno profesional, y contexto socio cultural, historias, lenguajes y costumbres donde toda dramática se inscribe. No habrá identidad ni integración social, no habrá una construcción colectiva, la propia representación social, si para sobrevivir hay que llamarse nadie y tornarse invisible.

 

Ester Daniel

Fundación Psicooncológica de Buenos Aires