Revista Latinoamericana de
Psicoterapia Existencial. UN ENFOQUE COMPRENSIVO DEL SER. Año 13 - Nº 25 - Octubre 2022
Sección Entrevistas
Entrevista a Emmy Van Deurzen: terapia
existencial hoy
Emmy van Deurzen,
referente mundial en terapia existencial y pionera de la escuela británica,
fundadora de la Society for
Existential Analysis
(Sociedad de Análisis Existencial) y la New School of
Psychotherapy and Counselling
(Nueva Escuela de Psicoterapia y Consultoría), presenta su perspectiva
terapéutica renovadora de un legado que se remonta a Binswanger,
y habla del lugar significativo de la terapia existencial en el contexto
crítico actual, dentro y fuera del consultorio.
Por Gaspar Segafredo
Bs. As., Argentina
Desde su juventud, el recorrido de Emmy van Deurzen ha entrelazado filosofía y psicoterapia.
Fue discípula del filósofo y fenomenólogo
Michel Henry, se formó como psicoterapeuta con el psicoanalista François Tosquelles y trabajó en comunidades terapéuticas dirigidas
por Ronald Laing, quien fue pionero en el
cuestionamiento del concepto de “locura” y “normalidad”, y de la nosología
psiquiátrica. A diferencia de la inspiración filosófica sobre la base de un
abordaje psicológico o psiquiátrico que han propuesto varios terapeutas
existenciales, van Deurzen considera la importancia
de dar un giro radical y plantear un abordaje filosófico de la terapia y sus
problemáticas. Afirma también la necesidad de librarse de la mirada
psicopatológica y del paradigma médico que la sostiene, que limitaría el
alcance y la riqueza de la psicoterapia. Esto no implica que ella reniegue de
lo formal y estructural, de hecho, desde siempre se ha encargado de mantener
una carrera académica. En esta línea, ha entendido la importancia de organizar,
reunir y formar la comunidad de terapeutas existenciales, así como de difundir
y renovar sus conceptos. Ha aportado tanto a la fundación de sociedades y
revistas de terapia existencial, como de centros de formación y de un pensamiento
propio que retoma, amplía y enriquece el legado de los filósofos y terapeutas
existenciales históricos.
Su modelo de las cuatro dimensiones de la
existencia, a tener en cuenta para comprender la situación particular, las
problemáticas y los desafíos de una persona, retoma la perspectiva del
psiquiatra Ludwig Binswanger, fundador del Existenzanalyse, quien se había inspirado en el concepto de
Heidegger de ser-en-el-mundo para aplicarlo a su praxis terapéutica. Como Binswanger y Rollo May, quien
siguió desarrollando las ideas del primero, van Deurzen
habla de la relevancia de considerar la relación de la persona con el mundo
corporal (cuerpo y mundo físico), el psicológico (con uno mismo) y el social
(el otro y la alteridad), y, ella agrega, con el mundo de los valores, el
sentido, la filosofía personal y lo desconocido que va más allá de nosotros (lo
espiritual). Su rica propuesta antropológica, terapéutica y filosófica incluye
la importancia de reconocer y experimentar las paradojas, comprender el sí
mismo como un proceso constante y lograr vivir intensamente según aquello que
valoramos, más que de hacerlo sin sufrimientos.
¿Qué importancia tiene la psicología
existencial en la actualidad, y cuál es su rol dentro y fuera del espacio
terapéutico?
Para muchas personas está claro que
necesitamos reflexionar acerca del modo en que el mundo está avanzando, y
volvernos más conscientes de cómo vivimos y de cómo queremos vivir. La gente
siente mucha insatisfacción respecto a lo que hemos creado en este mundo, y hay
varias señales al respecto, como elevadas tasas de suicidio, de personas que
utilizan distintos tipos de medicamentos, especialmente antidepresivos, así
como elevadas tasas de alcoholismo y adicción a las drogas. Hay mucha insatisfacción
no expresada con la vida, y la gente no sabe dónde buscar soluciones e ideas
nuevas. Cuando afrontamos estos temas como si fueran problemas de salud mental,
y tratamos a las personas como enfermas, estamos fallando en la comprensión de
que estos son problemas sociales y culturales. Tenemos que animarnos a
confrontar la situación que ha creado este problema y encararlo como un desafío
filosófico. Por esto, precisamos un abordaje existencial. No solamente en
psicoterapia o en psicología, sino en general y a escala mundial. Necesitamos
empezar a tomar conciencia de en qué la humanidad se está equivocando, y
empezar a reflexionar acerca de cómo mejorar las cosas. Porque no tiene sentido
que en psicoterapia sigamos intentando “arreglar” a las personas, cuando el
mundo las seguirá dañando. Tenemos que entender que, si queremos mejorar las
vidas de las personas, tiene que haber también una dimensión social y política
en este proyecto, así como una cultural y filosófica. Por lo que creo que los
desafíos existenciales están claros y necesitamos responder a ellos con una
voluntad audaz.
Si nos
centramos específicamente en la terapia existencial, considerada por usted
principalmente como un abordaje filosófico, ¿cómo se integra allí también el
abordaje psicológico?
Tener una mirada filosófica de nuestros
problemas es ir más allá de los aspectos psicológicos de las dificultades que
estamos experimentando, es ponerlos en una perspectiva contextual más amplia y
preguntarnos acerca del sentido de estos. Yo utilizo un modelo de cuatro
dimensiones y enseño a tener en cuenta cada una de ellas, para llegar a una
forma creativa, reflexiva y dinámica de trabajar. Es una manera de sistematizar
lo que hacemos, y que ayuda a comprender si los problemas de la persona están
principalmente localizados en el mundo físico, en la relación con otras personas,
en la relación consigo misma y con su personalidad; o tiene que ver con sus
valores, una carencia de comprensión, de propósito y sentido en su mundo. Si
nos tomamos en serio la búsqueda de la verdad respecto a las dificultades de la
persona, entonces tendremos que abordarlas desde una perspectiva amplia, que
nos permita tener un compromiso pleno con la realidad de su vida. No podemos
simplemente asumir que los problemas emocionales de una persona están siempre
vinculados a sus dificultades intrapsíquicas, o que
han surgido principalmente de su desarrollo o de sus experiencias primarias. Es
mucho más complejo, y por eso necesitamos tener esta forma estructural de
comprometernos con la experiencia que la persona tiene de mundo y hacer
justicia a la complejidad de su vida.
¿Cómo
cree que los terapeutas existenciales podemos presentar esta forma de terapia
en el mundo de la salud mental con el que nos relacionamos, cuando la mayoría
de las veces esta es entendida de forma muy parcial, exclusivamente cognitiva,
conductual o psicodinámica, por ejemplo?
Tendríamos que animarnos a afirmar que el
psicopatológico no es un buen modelo para analizar y evaluar los problemas de
una persona en el mundo; es un abordaje demasiado estrecho. Hay que investigar
para demostrar cómo funciona realmente, y tener el coraje de proponer modelos
alternativos, como hice en mi libro Everyday
Mysteries (Misterios cotidianos). Creo que
podremos hacerlo bien si somos transparentes acerca del modo en que cada
persona le da sentido al mundo. Es una exploración subjetiva, más que una
medida objetiva. Tenemos que ser capaces de demostrar que somos más efectivos
en captar las verdaderas luchas y desafíos de la persona, al involucramos con
ella dispuestos a considerar su mundo experiencial de forma más amplia,
distinta a la mirada limitada del DSM. Escribir estudios de casos es una de las
formas más poderosas que tenemos para ilustrar cómo funciona esta perspectiva.
Un ejemplo es el que escribí junto a mi colega Claire Arnold
Baker en The Wiley
World Handbook for Existential Therapy, que demuestra cómo nuestra comprensión del
otro es un proceso lento y colaborativo. El movimiento popular de usuarios de
servicios de salud mental, que hoy protestan contra lo que se ha hecho con
ellos en el pasado desde un paradigma médico de la salud mental, suelen apoyar
esta forma alternativa de entender sus dificultades. La cooperación con ellos
es una forma muy poderosa de señalar mejores formas de acercarse a los
problemas emocionales. Esto no significa alejarse de la ciencia, sino que se
trata de sumar otra forma de investigación científica, desde una perspectiva
más humana, en lugar de una basada en las ciencias naturales. Si queremos
entender la experiencia humana de forma plena, es vital realizar este proceso.
Los filósofos existenciales tienen mucho para contribuir; ellos han
reflexionado y escrito sobre experiencias como la ansiedad existencial, la
culpa existencial, la desesperación existencial, las crisis existenciales y el
sufrimiento humano en general. Sus descripciones nos ayudan a comprender mejor
estas experiencias. Si continuamos viendo a estas experiencias solo como
síntomas de enfermedad, no podremos nunca ayudar a nuestro prójimo a enfrentar
las experiencias cruciales de la vida.
Por
ejemplo, ¿cómo se entendería una crisis existencial?
Cuando un ser humano atraviesa un proceso de
crisis existencial, está en el camino de evolucionar, más allá de aquello que
era. Si descartamos esa experiencia al definirla como patológica, le hacemos
una injusticia a la condición humana. En cambio, habría que profundizar y
ayudar a la persona a conocer las razones y propósitos de sus conflictos de la
forma más amplia y profunda posible, en lugar de abordarlos solamente como si
se tratara de un desequilibrio químico, hormonal, o de un trauma. Estas
explicaciones simplistas no hacen justicia a las dificultades que una persona
atraviesa. Lo que ocurre en el cuerpo y el cerebro es un estudio en sí mismo,
muy valioso. Pero lo que le ocurre a una persona en una crisis, va más allá de
lo que ocurre en su cuerpo y su cerebro. Se trata de sus actos y vivencias como
ser humano, de su relación consigo mismo y con los otros. La sociedad y la
política también tienen que ver. Si una persona enfrenta la pobreza o la
opresión, tiene más necesidad de emanciparse que de medicarse. Precisamos un
abordaje más completo, realista, esencial y complejo de la condición humana y
de sus problemáticas. Y la división entre los mentalmente sanos y los enfermos
es obviamente artificial, y muchas veces está basada en los recursos de los que
disponen las personas. Con el sostén indicado y las condiciones justas las
personas pueden sobreponerse a todo tipo de dificultades, pero cuando están
despojados y bajo presión, puede que nunca hallen soluciones. Y si uno empuja a
las personas en el camino de la enfermedad mental, sus vidas se vuelven un
viaje más arduo que si uno les muestra cómo podrían superar obstáculos, y los
apoya en ser más emprendedores y aventureros, y en tener menos miedo. Eso
significa que hay que estar dispuestos a re-enmarcar las crisis y a proveer
recursos para que la persona pueda descubrir por sí misma cómo comprometerse
con sus dificultades de una forma nueva y creativa.
¿Esta
perspectiva puede integrar los demás abordajes de alguna forma, como para que
un terapeuta existencial pueda utilizar y enriquecer su práctica, por ejemplo
con técnicas o conceptos cognitivo-conductuales?
Definitivamente. Creo que los terapeutas
existenciales tienen el deber, consigo mismos y sus consultantes, de estar
plenamente informados acerca de los estudios más recientes en clínica
psicológica, consultoría psicológica, en los distintos métodos de psicoterapia.
Todo lo relevante al ser humano debiera ser estudiado. Esto incluye
antropología, sociología y política. El mayor progreso se logará a través del
enriquecimiento interdisciplinario. Y es necesario que nos involucremos con los
debates filosóficos y los datos actuales para poder analizar cómo las
circunstancias y los eventos afectan a las personas. Tenemos que entender cómo
la economía impacta en las personas, y cómo distintas formas de política
facilitan u obstruyen sus vidas. Gran parte de la desesperación humana surge de
estas áreas concretas de influencia. Muchos se rinden frente a la vida porque
sienten que no tienen posibilidades ante el modo en que funciona el mundo. No
estamos haciendo lo suficiente si permitimos que esto ocurra. Sabemos que una
sociedad más justa implica tener mejores vidas. Sabemos que la pobreza y las
privaciones llevan a todo tipo de problemas psicológicos. ¿Por qué tendríamos
que ignorar este conocimiento y seguir trabajando como si la psique de la
persona fuera defectuosa, cuando el problema es la situación en la que se
encuentra?
¿Cómo
se relacionan la terapia existencial y las problemáticas mencionadas que
aborda, con la instalación del paradigma de las terapias basadas en la
evidencia?
Esto es algo más complejo. Por un lado, la
investigación es vital. Por el otro, hay demasiada investigación parcial basada
en las ciencias físicas. Tenemos que tomarnos más en serio la investigación en
ciencias humanas. Mis estudiantes doctorales realizan investigación basada en
la fenomenología. Lo más importante que necesitamos descubrir es cómo la
experiencia humana puede enriquecer la psicoterapia. Sabemos muy poco acerca de
reales experiencias de seres humanos en situaciones difíciles. Debemos mejorar
en enseñar a las personas a afrontar sus problemas. Por lo tanto, cuando
investigamos acerca de cómo las personas han vivenciado circunstancias
específicas y cómo han reaccionado con desesperación o disfuncionalidad, u,
otras veces, con resiliencia o eficiencia en hallar soluciones, necesitamos
saber cómo han llegado a esto y qué ha marcado la diferencia. Nuestros
estudiantes toman temas específicos que les interesan; por ejemplo, cómo haber
estado en enfrentamientos armados afecta a la persona, o perder la casa y
comenzar a vivir en la calle, o cómo es atravesar la experiencia de la pérdida
de un hijo, o cómo es la vivencia de tener un hijo que se ha suicidado, o cómo
es migrar de un continente a otro. Luego toman estos grandes desafíos vitales y
averiguan qué investigaciones se han realizado hasta el momento, antes de
llevar adelante un estudio fenomenológico, que implicará dialogar con gente que
ha atravesado esas experiencias, para abrevar de su vivencia y comprensión.
Cuando recolectamos información sobre la manera en que personas concretas han
atravesado estos desafíos vitales, nuestros recursos para entender cómo ayudar
a la gente se vuelven más específicos e interesantes. Estas cuestiones no pueden
ser entendidas más que acercándose de forma íntima a otro ser humano, en un
registro del camino que ha recorrido y de aquello que ocurre en su vida. Por lo
tanto, a la investigación ya existente en ciencias sociales sumamos otra manera
de investigar, la fenomenológica. Agregaría, no sólo una fenomenología del
objeto, tal como Husserl planteó en un principio, sino una fenomenología de la
interioridad, una fenomenología de la afectividad, tal como ha sido descrita
por Michel Henry, y, hasta cierto punto, por Sartre, De Beauvoir,
Merleau-Ponty y Ricoeur. Este es un abordaje fenomenológico
que realmente llega a las raíces de los problemas, en lugar de observar la
experiencia humana de forma superficial y cuantitativa. Nos guiará de forma más
específica a un abordaje concreto de las dificultades y problemáticas humanas a
las que nos confrontamos como terapeutas existenciales.
¿Podría
sintetizar este tipo de fenomenología, desarrollado por Henry y por su propio
trabajo, en su aplicación terapéutica, y describir su contribución a nuestra
praxis?
En muy pocas palabras, Henry nos mostró que
la mayoría de las formas de fenomenología son una fenomenología del objeto, que
mira el mundo físico de una manera que nos permite comprender en lugar de explicar
el mundo, como lo hacemos en las ciencias naturales. Propuso que necesitamos
también una fenomenología existencial, que es una fenomenología de cómo los
seres humanos viven sus vidas, desde su mundo interior, y de cómo dan sentido
al mundo. Obviamente, esto es algo muy relevante para los psicoterapeutas.
¿Puede
explicar el lugar que tiene el cambio en la terapia existencial?
La terapia existencial es onto-dinámica
y está enfocada en cómo cambian las cosas a lo largo del tiempo. Siempre
trabaja a favor del cambio deseado en la vida de una persona. Nunca impone el
cambio, pero reconoce que la vida es en sí misma un estado y un proceso de
cambio. La vida es apertura de posibilidades y, por lo tanto, de libertad y,
por lo tanto, de cambio. Las personas le temen tanto al cambio que buscan
consolidar sus vidas y volverlas seguras, hasta el punto de que cualquier
variación se vuelve tan desafiante que intentan evadirla. Esencialmente, le
tienen miedo a la vida e intentan evitarla. Lo que debe hacer un terapeuta
existencial es permitir a la persona que vea el cambio con un punto de vista
abierto y que pueda considerar lo beneficioso que puede ser, mientras no le
tenga miedo y se permita protagonizarlo. Hacer con el cambio algo beneficioso,
que profundice el propio vínculo con la vida; lograr así mayor conexión con la
libertad y disfrutar de estar vivo, en lugar de tenerle miedo.
¿Cómo
entiende usted la ansiedad y la depresión, problemas fundamentales en la
sociedad actual y tan relevantes en la práctica terapéutica?
Desde mi punto de vista, la existencia humana
es continuamente paradójica y conflictiva. La vida misma, no solamente la
humana, es así. Siempre contiene tensión. Mientras haya una vida, hay tensión
de opuestos en interacción. Por lo tanto, un abordaje dialéctico es el que
permite comprender cómo la vida evoluciona y cómo puede trascender los
opuestos. En términos de existencia humana, tal como decía Heidegger, los seres
humanos se mueven entre el nacimiento y la muerte. Evolucionan en el tiempo y
el espacio; lidian con un universo donde algunas cosas son altas y otras bajas,
algunas cosas están cerca y otras lejos, algunas se sienten buenas y otras
malas. Todo lo experimentamos a partir de opuestos. El mundo pareciera moverse
entre polaridades. Aprendemos mucho cuando intentamos comprender cómo lidiar
con estos opuestos. La mayoría de la gente ni siquiera se compromete con ellos,
sino que intenta evitar la tensión. Buscan estar contentos todo el tiempo, en
lugar de permitirse el hecho de que las emociones se muevan continuamente a
través de un espectro. Nunca podremos fijar nuestras emociones y solamente
sentir las positivas. El filósofo Spinoza escribió sobre esto hace siglos,
demostrando que nuestras emociones son una respuesta a lo que ocurre con
aquello que valoramos. Cada vez que nos movemos hacia algo que está alineado
con nuestro valor se siente bien y nos sentimos contentos. Y cada vez que nos
alejamos de aquello que se siente bien para nosotros o que es importante,
vivenciamos un sentimiento de pérdida que nos lleva a la tristeza. No podemos
frenar artificialmente la experiencia de estas emociones, a menos que queramos
desconectarnos de esta información acerca de qué es bueno para nosotros, y qué
no. Tampoco podemos evitarnos la experiencia del dolor, porque esta es una
señal de advertencia vital a nuestra supervivencia. Por lo tanto, para cada uno
de nosotros, la existencia humana en su día a día es un recorrido de
experiencias, algunas buenas y otras malas, que nos ayudan a encontrar nuestro
camino. Cuando nos comprometemos con el mundo esto genera ansiedad, que es una
forma de prepararnos para actuar y trabajar por algo que anhelamos. Cuando las
cosas van mal y perdemos aquello que valoramos experimentamos un decaimiento,
un tener que dejar ir, un sentimiento de renuncia, y esto lo interpretamos como
depresión. Es un hecho normal de la vida que a la mañana cuando despertamos
desafiamos la gravedad y hallamos energía al comer y tomar algo para activarnos;
esta es una lucha hacia ese movimiento ascendente, que a menudo coincidirá con
cierta ansiedad y vacilación. A la noche, cedemos a la gravedad, nos relajamos
y dejamos ir todas las cosas del día, cuando nos vamos a dormir; hay cansancio
y una sensación de pesadez. Tanto la experiencia de esa ansiedad creciente que
precisamos para hacer cosas y la de la depresión del soltarlas y perderlas, son
vivencias con las que podemos aprender a convivir naturalmente. Cuanto más
aprendamos a hacerlo, mejor enfrentaremos sus versiones más extremas. A veces podemos ponernos un poco maníacos en
el proceso de querer cosas que a veces no son siquiera buenas para nosotros.
Incluso podemos ponernos algo panicosos. Pero si nos
familiarizamos con nuestros sentimientos y aceptamos sus funciones, aprendemos
a reconocer que podemos resolver las cosas sin pánico. Lo mismo ocurre con las
pérdidas; si aprendemos a dejar ir el día y las pequeñas cosas que nos han lastimado
durante el día, gradualmente aprenderemos a enfrentar pérdidas grandes, incluso
las más críticas como perder un trabajo, perder un amigo, un familiar, perder
la casa y las esperanzas. Aprender a familiarizarnos con el ciclo emocional,
utilizando el compás emocional puede ayudarnos. Podemos construir resiliencia
mientras aprendemos a pararnos firme en la vida, al tiempo que somos también
flexibles. En la medida en que jugamos con las tensiones y opuestos vitales,
las dificultades se vuelven menos difíciles de enfrentar. Lo que ha ocurrido en
la sociedad es que todas estas experiencias humanas comunes han sido
catalogadas como condiciones médicas. Apenas nos sentimos algo ansiosos,
pensamos ‘Dios mío, soy una persona muy ansiosa’, o ‘hay algo equivocado en
mí’, o ‘¿cómo podré lidiar con esto?’ En lugar de pensar: ‘ah, ahí está mi
energía que crece, me dirijo hacia algo que necesito lograr y por lo tanto
preciso esta nueva energía fluyendo por mi cuerpo; esto es bueno y puedo
enfrentarlo’. Y cuando vivimos pérdidas solemos pensar ‘Dios mío, ahora me
dirijo hacia la destrucción, no puedo con esto, podría terminar deprimido por
seis meses, dos años o por siempre’. Realmente nos volvemos catastróficos (aquí
estoy tomando prestado un concepto de REBT -Rational Emotive Behavior Therapy) y pensamos que la vida ya es invivible. Necesitamos
el apoyo de otro para que se vuelva nuevamente vivible. Hallar apoyo en un
terapeuta existencial es enfocar en la experiencia vital más que en nuestro
proceso interno. Implica comprender cómo podemos construir nuestra fuerza y
también la flexibilidad y adaptabilidad que nos permite fluir con estas situaciones
vitales y con nuestras propias emociones que responden a ellas.
La
ansiedad y la depresión pensadas como polos de una paradoja vital, relacionada
a esta dinámica energética de nuestra existencia…
La energía que necesitamos para prepararnos
para la vida y para hacer cosas, y el descenso de energía que experimentamos
cuando las cosas van mal, o sufrimos pérdidas. Las dos forman parte del
trayecto normal diario de cualquier persona. Cuando aprendés
a ser autorreflexivo y a observar tu propia vida, lográs verlo en vos mismo en tantos niveles. Podrás así
encarar la creación de buen flujo de energía a favor de los eventos que esperás y anhelás. Pero también
podrás detectar ansiedad en relación a las cosas que pensás
no sos capaz de lograr, o creés
que no podrás obtener. Por lo que, cuando nos volvemos más concientes
acerca de cómo nos comprometemos con las cosas que son importantes para
nosotros, podemos aprender a hacerlo de una manera más fluida, y poder cambiar
así la propia experiencia de esa ansiedad. Lo mismo ocurre en relación a dejar
ir, y a sentir ese sufrimiento, que nunca dejará de estar en las pérdidas.
También hay sufrimiento en la ansiedad. No digo que podemos deshacernos del
sufrimiento de la ansiedad y la depresión. Lo que digo es que podemos volvernos
más expertos en cómo nos encontramos con el sufrimiento de la vida en ambas
formas, tanto en el ‘ir hacia delante’ de la ansiedad, como en el ‘alejarnos
de’ en la depresión. Lo cierto es que no podemos eliminar estas experiencias a
menos que nos convirtamos en robots. No es algo deseable. Anular nuestros sentimientos
es morir.
¿En qué
se diferencia la relación terapéutica vista desde el abordaje existencial con
la de otros abordajes, que también reconocen la importancia del vínculo con el
paciente para la terapia?
La relación que un terapeuta existencial
puede tener con sus consultantes es una relación más personal, una conversación
más directa, es una relación de igual a igual, un diálogo. Se trata de explorar
cómo es ser un ser humano con determinadas situaciones y problemas, desafíos y
obstáculos frente al propio camino. Pero también es una exploración que permite
despegarse de los problemas cotidianos y aproximarse a cuestiones más amplias,
para que la persona pueda ver las cosas desde una perspectiva más global y de
una manera más enfocada también. Esa es una de las tensiones en la vida.
Necesitamos ser capaces de ver lo que está justo frente a nosotros ahora mismo,
de tomar la decisión que necesitamos respecto a lo que vamos a hacer en los
próximos cinco minutos, en la próxima hora y durante el resto del día; pero
también ser conscientes de cómo nos estamos proyectando a largo plazo y qué
tipo de ser humano queremos ser. Si trabajo a partir de ahí, me haré preguntas,
como diría Frankl: me hace responsable, preciso responder por mí mismo en el
mundo de hoy y tomar alguna posición. Soy responsable ante la vida. A menudo
hay oscilación entre resolver problemas inmediatos por un lado y obtener esa
perspectiva más amplia sobre cómo quiero vivir y qué deseo haber hecho con mi
vida al final de ella. Esto último le da a una persona ese sentimiento de poder
y autoridad sobre su propia existencia, ese sentimiento de dirigir el proceso
de estar vivo. No se trata sólo del problema circunstancial, también se trata
de quién soy capaz de ser y hacia dónde voy. No se trata sólo de los problemas,
sino también de las posibilidades. Se trata de nuestro ser en devenir. Pero no
se trata sólo de que todo sea posible, sino también de ser realista sobre los
propios límites. Siempre es esto y aquello. Arriba y abajo, aquí y allá,
izquierda y derecha, ahora y después. Es todo eso. Y cómo manejarlo, de una
manera libre y fluida. Enseñar a la gente cómo vivir así es liberarlos y hacerlos
capaces de vivir una vida comprometida y satisfactoria. Esto no implica
necesariamente una vida feliz y exitosa, sino una vida intensa, rica en
experiencias y que valga la pena vivir.
¿Cómo
cree que la actual mediatización tecnológica y la virtualización de la vida
afectan a la terapia y los vínculos humanos en general?
Esta pregunta me interesa mucho porque
estuvimos involucrados en la investigación de la terapia virtual durante
veintidós años, y desde el año 2000 hasta el 2010 la estudiamos en toda Europa,
e instalamos formación en línea en varios países. Soy un gran creyente de
Internet. En términos de instrumento educacional, creo que nos ha proporcionado
recursos para una educación absolutamente gratuita, que está disponible para
cualquiera que pueda acceder a una computadora, o un celular. Es asombroso.
Posibilita una expansión global de la educación, clave para que las personas
sean más capaces de vivir de una manera que les resulte satisfactoria.
Asimismo, durante la pandemia se volvió obvio lo mucho que ganamos gracias a
nuestra conectividad internacional alrededor del mundo. Basta con ver lo cerca
e íntimos que estamos aquí en este momento, incluso cuando nos hallamos a miles
de kilómetros de distancia. Vos en Buenos Aires, yo en Sussex. Sin embargo, es
como si estuviéramos sentados en una habitación juntos, y para mí es como si te
conociera. En otra vida, hace cincuenta años, nunca nos hubiéramos enterado el
uno del otro, ni de la perspectiva que tiene cada uno sobre el mundo. Creo que
esto es crucial para el futuro del planeta. Tenemos que aprender a ser mejores
en cuanto al uso de estas conexiones en línea a favor de la comunicación
humana. Es vital empezar a trabajar globalmente, como un solo pueblo. Tenemos
que unirnos como seres humanos, proteger nuestro futuro y nuestro planeta
compartido. También precisamos ser humanos junto a otras criaturas en el
planeta; ser responsables de todo esto. Tenemos grandes desafíos por delante, y
sólo podemos enfrentarlos desplegando esos recursos y aprendiendo a ser
humildes acerca de los pequeños fragmentos de saber que tenemos en nuestras
vidas y en nuestros pequeños mundos. Necesitamos abrirnos a oír, escucharnos
unos a otros. Para construir en conjunto según lo que se precise para el futuro.
Así que sí, estoy a favor, y escribí sobre esto en mi libro Paradox
and Passion (Paradoja y pasión). Hay todo un
capítulo sobre virtualidad que escribí en los años noventa, mucho antes de que
viéramos hacia dónde iría todo esto. Dije que era una parte inevitable de la
evolución humana. También nos interesaremos en la habilidad virtual, la
habilidad de ser virtual. Pero eso también significa que tendremos que repensar
nuestras virtudes y valores en una perspectiva amplia, más que quedar
enfrascados en limitadas definiciones de qué es virtuoso, a partir de una cultura,
una religión y una serie de estándares. Estamos convocados a cambiar eso.
¿Al
mismo tiempo, no considera que haya también desafíos en esta difusión masiva de
la tecnología, respecto al problema de instrumentalizar al otro?
Si te referís al trabajo de Heidegger acerca
de la tecnología, él vivió en un tiempo muy distinto. Pudo entender lo que
ocurriría: la instauración de la instrumentalización y cosificación. Y
realmente se ha llegado a eso. De esto se ha tratado el posmodernismo: la negación
de nuestros viejos valores y el comienzo de una nueva era. Ahora debemos
avanzar y asegurarnos de que la tecnología nos sirva a nosotros y no que ésta
nos domine. Precisamos encontrar la forma en que podrá ayudarnos a superar
viejos patrones. Un buen ejemplo es el enfoque cosificante
de salud mental, tan perjudicial para las personas. Hay denigración y
subestimación del ser humano en cosificarlo, en la instrumentalización y en la
cuantificación. Tenemos que encontrar mejores maneras. Necesitamos ir más allá
de la utilización o catalogación del otro, más allá de la instrumentalización.
No usemos la tecnología unos contra otros, sino para mejorar la resolución de
nuestros problemas. Para que eso sea posible, debemos tener claro quiénes
somos, y reconocer la importancia que tiene abrirnos al encuentro con el otro a
través de la tecnología. En lugar de utilizar la tecnología para controlar a
las personas, estamos llamados a que sirva para liberarlas. Como sabemos, se
trata de qué hacemos con la tecnología más que si la tecnología es buena en sí.
Mi propuesta es la de utilizar nuestra tecnología a favor del futuro y la
libertad, no para ser vividos y reducidos por ella.
El
potencial que describe en aquel uso enriquecedor de la tecnología pareciera
asociarse a la idea de un medio que posibilite la expansión del encuentro Yo-Tú
(conceptualizado por Martin Buber)…
Sí, claro. He visto a todos mis consultantes
en línea por más de dos años, y sin dudas me he vuelto más cercana e íntima con
todos aquellos que conocía previamente, en terapia presencial. Es ligeramente
más problemático con las personas que nunca he conocido en persona. Pero
incluso en estas situaciones podemos superarlo porque hay algo en la
posibilidad de mirar en el cuarto del otro. Veo algo de vos al ver el mapa que
hay detrás tuyo. Me habla sobre tu interés por asuntos
globales y por el mundo en general. Veo los libros detrás tuyo, veo algo en el
modo en que te arreglás, en el modo en que te sentás, de una forma más íntima que cuando estoy en un
cuarto con alguien presencialmente, cuando no es educado mirar a alguien en el
modo en que puedo hacerlo en una videollamada. En
lugar de mirarte a los ojos, que es muy difícil de hacer, porque tengo que
mirar a cámara, y cuando lo hago ya no te veo más; la mayoría del tiempo, te
estoy observando de una forma muy distinta y también me veo obligada a mirarme
a mí misma como no lo hago en una conversación presencial. Hay muchas novedades
que han surgido de esta nueva forma de trabajar, y recién estamos empezando a
reflexionar acerca de dónde nos llevará.
¿Qué
características cree que adquiere la terapia existencial en el contexto
pandémico y pospandémico?
Mucha gente comenzó a interesarse mucho más
en la terapia existencial, ya que todos, incluso nuestros políticos, hemos
empezado a hablar de desafíos existenciales. En el mundo entero las personas
han entendido que precisamos ser más conscientes de las amenazas existenciales
y de la experiencia de crisis existencial. Y que cuando nos hallamos en estas situaciones,
atravesados por las pérdidas y el miedo en relación a nuestras vidas y al
futuro, necesitaríamos un aprendizaje previo acerca de estos temas y del
conocimiento de quienes los han investigado y reflexionado, para ayudarnos. He
descubierto que mis colegas de la comunidad psicoterapéutica que provienen de
otros abordajes se han interesado más en realizar cursos en terapia
existencial. Varias otras corrientes hablan ahora de principios existenciales y
de formas existenciales de trabajar, porque dejó de ser tabú, han entendido que
hay que hacer algo al respecto, ya que todos hemos sido expuestos a estos
problemas. No pueden decir simplemente que así no es como trabajo, porque así
es como sus pacientes o clientes experimentan la vida. Las realidades existenciales
se han vuelto inevitables.
¿Cree
que la terapia existencial misma cambiará en este nuevo contexto?
Espero que nos permite
estar más preparados para decir lo que pensamos, dejar de ser tan modestos y
animarnos a desafiar más el status quo,
hacernos escuchar no solamente en el mundo de la psicoterapia sino en el mundo
en general. Porque creo que debe haber mayor conciencia acerca de lo que
estamos haciendo en el planeta y con la humanidad. Sobre esto enfocan y son
expertos los filósofos y los terapeutas existenciales. Este tiempo requiere ese
saber, y el mundo necesita esa dirección, por lo que resulta necesario
transmitirlos. No podemos sentarnos a mirar cómo la humanidad se dirige a la
destrucción. Tenemos que hacerles saber a las personas que existen estas
respuestas y nuevas formas de exploración, que podrían darnos una base sólida
acerca de hacia dónde hemos de guiar este planeta y esta humanidad, si hemos de
tener un futuro.
Me
recuerda al llamado de Rollo May al compromiso social
de los psicólogos, a ir más allá de los límites del consultorio para
involucrarse también en problemáticas sociales.
Hacés bien en recordarnos
a Rollo May: fue alguien que anticipó muchos de estos
tipos de problemas, y que realmente tuvo esa perspectiva más amplia. Ha
inspirado a muchas personas y creo que sería provechoso para las nuevas
generaciones leer sus libros con mucha más atención. Porque cada vez que vuelvo
a Rollo May, estoy impresionada acerca de lo increíblemente
relevante que sigue siendo lo que dijo en las décadas del cincuenta y del
sesenta. El compromiso social es clave para ser un buen psicoterapeuta existencial;
quienes se forman para serlo deben ser llamados a involucrarse en esa
dirección. Han de ser conscientes de la diversidad y conocer estudios al respecto,
que reflejen cómo circunstancias vitales y sociales afectan a la existencia
humana. Y de cómo al prestarle atención a eso podemos ser más efectivos en
ayudar a la persona a hallar lo mejor en sí misma, para poder avanzar
valientemente en su vida, en lugar de esconderse en algún rincón al que haya
sido reducida.
En el
marco de tu modelo de las cuatro dimensiones de la existencia, ¿podría explicar
la dimensión espiritual en el día a día, en la cultura y en la terapia, tal vez
en contraste al difundido pensamiento de que la espiritualidad está
exclusivamente atada a la religión?
Primero quisiera situar bien la
espiritualidad. Siempre estará en el contexto de prestarle atención a la dimensión
física, donde percibimos que las personas son un cuerpo en un entorno físico;
vemos cómo actúan, cómo son en el cosmos, en el planeta, en su casa, en su
cuerpo, en sus pies, en su vida, etcétera. También la dimensión social, acerca
de cómo está con otras personas, cómo se despliegan sus afectos, sus vínculos,
sus parentescos, cómo se desenvuelven en las instituciones, en sus familias, en
grupos. Asimismo, la dimensión psicológica de la persona; cómo es en su mundo
interno, cómo se relacionan consigo misma, con su integridad interior, su
educación, su creatividad, su personalidad, su pasado, su presente y su futuro.
Todo lo dicho es importante para la espiritualidad de la persona. La
espiritualidad no está separada de nuestro estar en este mundo. Forma parte de
él. Pero lo que no abarcan esas tres dimensiones es cómo conectamos con el cuadro
más amplio que nos formamos del mundo; cómo nos conectamos con la verdad, con
nuestros valores, con la búsqueda de sentido. Y, por supuesto, para muchas
personas este aspecto es abarcado por su filiación religiosa, que les explica
cómo dar sentido y cuál es su lugar en el mundo, qué pasará después de la
muerte, y cómo el mundo llegó a ser mundo. Pero cada vez más personas están
insatisfechas con esas narrativas. Sienten la necesidad de crear sentido de una
forma más compleja. Aún conservan algo de su propia religión, pero también
pueden agregar ideas de otras religiones que les sean útiles. También necesitan
encuadrar sus creencias con ideas científicas, ideas acerca del universo, por
ejemplo, acerca de lo que sabemos sobre la relatividad. Todas esas cosas deben
procesarse juntas para llegar a una visión de mundo que se mantenga unida y que
pueda sostener la forma en que la persona da sentido a la vida, especialmente
cuando experimenta dificultades. Todas esas cosas deben procesarse juntas para
llegar a una visión de mundo que se mantenga unida y que pueda sustentar la forma
en que una persona da sentido a la vida, especialmente cuando experimenta
dificultades.
Esta
comprensión de la espiritualidad es muy concreta y aplicada a la vida…
Es que cada ser humano necesita vivir con una
visión creíble de lo que significa ser humano, lo que significa estar vivo y lo
que significa ser uno mismo. Necesitan tener libertad para dar sentido a esas
cosas sin que se les diga que eso está equivocado. Necesitan tener una
conversación inteligente acerca de esas cosas y no tener miedo de decir lo que
creen. Necesitan averiguar cuál creen que es la forma correcta de vivir. Lo que
es correcto y lo que es incorrecto, qué es lo bueno y qué es lo malo. Necesitan
resolverlo, para poder decir: ‘esto es lo que esta persona me hizo, y esto es
lo que le hice a esa persona; según los estándares de mi religión, eso
probablemente estuvo bien porque es ojo por ojo; pero no se siente bien,
no creo que quiera vivir en un mundo donde las personas simplemente se matan o
se lastiman entre sí en una escalada de violencia. Y esto realmente me
molesta’. Así que tratan de encontrar un nuevo punto de vista. Y necesitan
poder hablarlo con alguien o se convierte en un problema. Si pueden hablarlo y
resolverlo a diario, les ayudará mucho a ser fuertes y a convertirse en personas
morales que estén dispuestas a comprometerse con la verdad, y la búsqueda de la
verdad, la justicia, la libertad; y que, por lo tanto, sabe que no tiene que
conocer todas las respuestas de antemano. Todos los días la existencia los
confrontará con este tipo de desafíos y sabrán que es posible para ellos darle
un sentido a lo que sucede. Son libres de descubrir nuevas formas de vida, sin
sentir la necesidad de decir ‘esto es lo que debo creer’, o ‘así es como debo
pensar’. Tener la capacidad de crecer como ser humano y de comprender cada vez
más es reclamar el derecho a volverse sabio y a vivir una buena vida, de la manera
correcta. Sin ser agresivo ni imponer el propio punto de vista a los demás,
sabiendo que la posibilidad de equivocarnos y de perdonarnos es un aspecto importante
de ser una buena persona.
Curriculum
Licenciado
en Psicología (UB) y Licenciado en Comunicación Periodística (UCA). Posgrado y
Formación en Logoterapia y Análisis Existencial (UCA y Fundación Argentina de
Logoterapia). Actualmente finalizando la Formación en Psicoterapia Existencial
(ALPE). Facilitador de Mindfulness (TYB). Formación
clínica en Psicoterapia con orientación Psicoanalítica Relacional (CAPS, La
Ribera; IARPP Bs. As.). Psicoterapeuta del Centro de Atención Primaria de Salud
Bajo Boulogne (San Isidro, Buenos Aires). Docente universitario de grado (UB).
Correo
de contacto:
Fecha
de entrega:
27/07/2022
Fecha
de aceptación:
26/08/2022